Por Karen Zuñiga
El sol no solo nos da luz y calor; también emite rayos ultravioleta (UV), que pueden dañar la piel de forma silenciosa pero profunda. La exposición excesiva puede provocar envejecimiento prematuro, quemaduras e incluso cáncer de piel.
Según la Sociedad Americana contra el Cáncer, existen tres tipos principales de rayos UV:
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Rayos UVA: penetran profundamente en la piel y son los principales responsables del envejecimiento celular. Con el tiempo, causan arrugas y pérdida de elasticidad.
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Rayos UVB: afectan directamente el ADN de las células de la piel, lo que los convierte en los principales responsables de las quemaduras solares.
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Rayos UVC: tienen mayor energía, pero no atraviesan la atmósfera terrestre, por lo que no representan un riesgo para nuestra piel.
La piel del bebé: más vulnerable que la tuya
Si bien los rayos solares afectan a todas las personas, la piel del bebé es cinco veces más sensible que la de un adulto. Su barrera cutánea aún está en desarrollo y no produce suficiente melanina, el pigmento que protege del sol. Esto la hace mucho más propensa a quemaduras y deshidratación.
Para protegerla, sigue estas recomendaciones:
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Aplica protector solar especial para bebés (FPS 50+ y con filtros UVA) 30 minutos antes de salir. Repite la aplicación cada 2 horas. Busca fórmulas hipoalergénicas que refuercen la barrera cutánea.
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Usa parasoles en la carriola y en las ventanas del automóvil para bloquear la radiación directa.
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Si sales al aire libre, lleva una sombrilla, carpa o tienda de sombra que te proteja de la exposición directa.
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Coloca un gorrito o sombrero a tu bebé que cubra su rostro, cuello y orejas.
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Evita exponerlo al sol entre 10 a.m. y 4 p.m., cuando los rayos UV son más intensos. Si no puedes evitarlo, busca sombra y reduce el tiempo de exposición a no más de 10 minutos.
Cuidarse es disfrutar más
Proteger a tu bebé del sol es una forma de cuidarlo con amor. Ahora que sabes cómo hacerlo, salgan juntos a descubrir el mundo... siempre bien protegidos.